La manera en la que le hablamos a los niños se convierte en su voz interior…
Los niños… piezas frágiles cual cera en la que grabamos cada instante, la manera en la que nos relacionamos con ellos dejará marcas en su alma, en su vida, en su futuro, cada niño representa una nueva oportunidad de cambiar las cosas, de hacerlo mejor, de forjar en ellos sentimientos, en tanto más amor se le entrega a un niño, mayor alegría se dejará en su corazón. Los niños están llenos de sueños, de ideas, de ilusiones, de promesas…
El ritmo cotidiano diario muchas veces no nos permite estar presente y atentos a las necesidades de nuestros hijos. En ese día día muchas veces no nos percatamos de cómo hablamos con nuestros hijos o con los niños en general, las repuestas que les damos, las conversaciones que no seguimos, las promesas que jamás cumplimos, cuando decimos “ahora no, después”… alzamos la voz, apuramos, e incluso negamos amor y atención a nuestros niños bajo cualquier justificación, no nos damos cuenta de lo importante que somos para ellos, de lo valiosos que somos en su vida, del ejemplo que somos en su camino y de que para ellos cada oportunidad que tienen de escucharnos es mágica y lo debería ser también para nosotros.
Debemos ser cuidadosos, ante todo, cuidar la manera en la que le hablamos a los niños, para manifestarle nuestras angustias, nuestras molestias y nuestro amor, no es únicamente cuidar como se les reprende, también como se les ama y se les hace saber que son lo más importante en nuestra vida, porque de lo sutil del amor a lo terrible de la manipulación solo hay un paso, de allí tantos niños que manipulan con su comportamiento, se vuelven caprichosos, arrogantes e incontrolables, entonces queremos culparlos, los reprendemos, castigamos y le hacemos saber mil veces que nos decepcionaron, que no deseamos estar con ellos, sin embargo, somos incapaces de reconocer que nunca cuidamos las palabras que salieron de nuestra boca, como les hablamos, tanto para amar como para corregir.
Los niños, ya lo hemos hablado, agradecen los límites, los hacen sentir amados, respetados, cuidados, es decir; la disciplina les da certeza, igual que el ritmo, las rutinas. Aunque no lo parezca, los niños siempre están atentos a todo, las conversaciones externas, las discusiones de sus padres, a las ofensas de la gente manejando, a los gritos de las personas y los gestos de amor entre las personas, se dan cuenta de todo lo que ocurre a su alrededor, pero no con nuestra visión adulta, no con la malicia o la desconfianza, sino con la inocencia plena y simple de un niño, como un recipiente que recibe, que almacena y que tarde o temprano reproducirá, esto puedes experimentarlo tu mismo con algún recuerdo que haya marcado tu infancia.
Si bien no debemos acostumbrar a nuestros niños a vivir en burbujas de cristal, donde todo es perfecto y donde se mantengan ajenos al dolor, al sufrimiento y a las caídas, tampoco toca enseñarles la crudeza de las cosas sin cuidar la manera, cada palabra que sale de nuestra boca, representa todo un panorama para ellos, de allí que se pueda desviar tan fácilmente la vida de un niño, por su inocencia y fragilidad.
Es importante construir memorias con los hijos, los propios y los niños ajenos, construir fortaleza en su espíritu, para no sean luego adultos rotos. Importa que los niños se sientan amados en su infancia, que la atesoren el resto de su vida para que, cuando les toque criar a otro niño lo hagan desde el amor, desde la compasión, desde la empatía.
Si no le hablas bien a los niños, no es tarde para cambiar, nunca lo es.
No lo olvides: niño ve, niño hace y la palabra educa, pero, el ejemplo arrastra.
También para las madres, para las que la lactancia materna se asocia a unos menores niveles de colesterol, presión arterial y azúcar en sangre tras el embarazo, así como a un inferior riesgo vitalicio de sufrir un infarto o un ictus. Y a todo ello se suma, según muestra un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores del Centro Kaiser Permanente de Pasadena (EE.UU.), que la lactancia materna también protege a las madres frente a la esclerosis múltiple reseñó El País.
Como explica Annette Langer-Gould, directora de esta investigación publicada en la revista «Neurology», «nuestro trabajo aporta más evidencias para apoyar que las mujeres que pueden dar el pecho a sus hijos lo sigan haciendo. Y es que además de otros beneficios tanto para la madre como para el bebé, la lactancia materna podría reducir el futuro riesgo de la madre de desarrollar esclerosis múltiple» reseñó ABC.
Suma de bebés
Entre otros muchos beneficios, la lactancia materna se asocia a un menor riesgo para las madres de cáncer de ovario, cáncer de mama o diabetes tipo 2. Y al día de hoy ya se sabe que las mujeres con esclerosis múltiple tienen menos brotes –o ‘ataques’ de la enfermedad– durante el embarazo o mientras alimentan a sus bebés de forma exclusiva con la lactancia materna.
Como indica Annette Langer-Gould, «distintos expertos han sugerido que los niveles de hormonas sexuales son responsables de estos beneficios. Sin embargo, nuestra hipótesis es que la falta de ovulación también puede jugar un papel, por lo que queríamos ver si una mayor duración de la lactancia materna o un menor número de años totales de ovulación se asocian a un menor riesgo de esclerosis múltiple».
Nuestro trabajo aporta nuevas evidencias para apoyar que las mujeres que pueden dar el pecho a sus hijos lo sigan haciendo, afirmó Annette Langer-Gould.
Para ello, los autores contaron con la participación de 397 mujeres que, con una edad promedio de 37 años, acababan de ser diagnosticadas de esclerosis múltiple o de síndrome clínico aislado –condición en la que el paciente sufre un primer episodio neurológico por la inflamación o desmielinización del tejido nervioso y que está considerada como un precursor de la esclerosis múltiple–. Y asimismo, con 433 mujeres sanas con edades similares a las de las pacientes.
Todas las mujeres respondieron a distintos cuestionarios en los que, entre otros factores, aportaron información sobre sus embarazos, uso de anticonceptivos hormonales y duración –de haberla llevado a cabo– de la lactancia materna. Los resultados mostraron que las mujeres que habían dado el pecho durante un periodo acumulado –a un único o más bebés– de 15 o más meses tenían un riesgo hasta un 53% inferior de desarrollar esclerosis múltiple o síndrome clínico aislado que aquellas que nunca habían dado el pecho o lo habían dado durante un máximo acumulado de cuatro meses.
Por su parte, las mujeres cuyo primer ciclo menstrual tuvo lugar a una edad de 15 o más años tuvieron una probabilidad un 44% menor de acabar padeciendo esclerosis múltiple que aquellas cuya primera menstruación se presentó cuando aún no habían cumplido los 12 años.
Más y más beneficios
En definitiva, y tal y como ocurre con la lactancia materna, parece que la edad de inicio de la menarquia –o primer sangrado menstrual– también influye en el riesgo de esclerosis múltiple. Una influencia, sin embargo, que no se observó con el número total de años de ovulación, la cifra de embarazos, el uso de anticonceptivos hormonales y la edad del primer alumbramiento.
Como concluye Annette Langer-Gould, «nuestro trabajo ofrece un nuevo ejemplo del beneficio para la madre de la lactancia materna. Sin embargo, no prueba que esta lactancia materna sea la responsable directa de una reducción del riesgo de esclerosis múltiple. Tan solo demuestra la existencia de una asociación».
Fuente: www.eluniversal.com