El ruido, un problema para el desarrollo del lenguaje de los niños

Las consecuencias del sonido en la salud pueden alterar la digestión, afectar el sueño, producir estrés o elevar la presión sanguínea, entre otras. Pero estas no son las únicas complicaciones, debido a que una investigación descubrió que el elevado nivel sonoro tiene otro efecto negativo: perjudica el proceso de desarrollo del habla y del lenguaje.

El estudio de la Universidad de Wisconsin-Madison, EEUU, examinó la influencia de los ruidos en los niños para la comprensión y memoria de las palabras recién aprendidas. Para ello puso a prueba su capacidad de aprendizaje con diferentes intensidades de voces de fondo.

El objetivo fue conocer cuán susceptibles son los menores a la contaminación acústica durante el inicio del desarrollo de lenguaje, que se suman a otras dificultades auditivas más conocidas.

Las conclusiones del estudio
Para la investigación, publicada por la revista científica Child Development, participaron 106 niños de edades entre 22 y 30 meses que realizaron tres pruebas diferentes. Estas consistieron en mostrarles etiquetas con palabras y objetos para ellos desconocidos y así analizar su aptitud para memorizarlos en un ambiente simulado con un volumen entre 5 y 10 decibelios, que es la media de ruido que se encuentra en las escuelas y hogares.

Mónica Matti, fonoaudióloga (MN1923) de GAES Centros Auditivos, comentó sobre la investigación: «El estudio se focaliza en la adquisición del habla y de nuevos vocablos, y no en el aprendizaje en general. Por la edad de los chicos no tiene relación con la atención, sino con la audición en sí. Es importante que la señal, que sería el habla, se diferencie del ruido para poder realmente escuchar y así captar bien el sonido».

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el ser humano puede tolerar como máximo 55 decibelios sin alterar su salud. Para tener una referencia un taladro neumático en la vía pública produce 100 dB, mientras que la bocina de un auto produce 120 dB.

Los resultados determinaron que mientras mayor sea el bullicio de fondo, la capacidad de recordar disminuye. Los menores que estuvieron expuestos a un efecto sonoro de menor intensidad aprendieron con éxito las nuevas palabras.

«Es importante que la señal, que sería el habla, se diferencie del ruido para poder realmente escuchar. Un factor clave a tener en cuenta es la estimulación por parte de los padres y la familia para el niño», sugirió la especialista.

La adquisición del idioma es un proceso dinámico que está influenciado por el entorno auditivo del niño y si estos no son los ideales pueden provocar limitaciones para los chicos: «Es importante que las condiciones ambientales sean buenas para que un niño pueda adquirir mejor el lenguaje. Si hay silencio y un clima de tranquilidad, el niño podrá comprender mejor que otro que está en un ambiente caótico», agregó la especialista.

De todas maneras la exposición a ruidos altos y sus consecuencias las padecen personas de toda franja etaria: «Es un problema que no escapa a lo que le puede suceder a cualquiera, sin importar las edades. Por eso es fundamental informarse y concientizarze, saber cuánto el ruido nos afecta», finalizó Matti, aconsejando una manera de prevenir todo tipo de trastornos.

 

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