«Amamanté a mis tres hijos con solo un pecho tras haber sufrido un cáncer»
Pese a sufrir una mastectomía, María logró mantener la lactancia durante más de seis años y nunca se planteó que no fuese capaz.
Anticipa que no se considera ninguna heroína, que su experiencia con la lactancia es tan natural y simple como la vida misma y que tampoco nunca se planteó que no fuese capaz de hacerlo. Sin embargo, el caso de María -una arquitecta que ahora tiene 49 años- no es habitual. Esta lucense dio de mamar a sus tres hijos con un solo pecho, el derecho, el único que tiene tras una mastectomía que sufrió hace veinte años cuando se le detectó un cáncer de mama.
«Nunca pensé que no pudiese ser capaz. Es que ni siquiera me lo planteé. El cuerpo siempre se adapta a ti y la leche siempre es suficiente. Si una mujer puede amamantar a más de dos niños a la vez, ¿por qué yo con un pecho no iba a poder? Por otra parte, hay bebés que prefieren un pecho y sus madres acaban dándole solo ese. Lo mío no es ninguna heroicidad. El cuerpo es sabio y di de mamar como algo natural, como si no hubiese ocurrido nada», afirma.
María tiene tres hijos de 12, 9 y 3 años. A la mayor le dio pecho durante dos años y medio; al del medio, durante quince meses, y el más pequeño todavía lo dejó el verano pasado. Esta lucense se quedó embarazada siete años después de habérsele declarado el cáncer y de la radioterapia, la quimio y la posterior terapia hormonal. No congeló óvulos porque -dice- «ni sabía que existía ni me lo plantearon» y la única información sobre la lactancia, previa al primer embarazo, le vino a través de las clases de maternidad y de un libro, Un regalo para toda la vida, de Carlos González.
«En ese libro, se desmontan muchos mitos como que no todas las mujeres tienen leche, que la leche puede salir aguada… Todo eso son leyendas urbanas. Dar de mamar es lo más cómodo y lo más bueno y siempre llega la leche para alimentar al niño aunque, al principio, cueste y se produzcan grietas en los pezones que duelen como si te clavasen alfileres. Pero es solo unos días. Mis hijos mamaron hasta que ellos quisieron y la producción de leche se adapta a tu ritmo de vida, la leche nunca se acaba. Vas a producir siempre lo que el bebé va a mamar. Se puede decir que mis hijos pasaron de la teta al vaso», insiste María.
Esta mujer no tenía especial interés en la lactancia antes de quedarse embarazada pero, a través del libro, descubrió que era una de las mejores cosas que podía hacer por sus hijos. «Es lo mejor que puedes hacer por ellos y por qué no lo vas a hacer si puedes. ¡Es como darles la merienda!», comenta.
María reconoce que, todavía hoy, las madres que dan el pecho a sus hijos son consideradas por algunos como «perros verdes». «Yo era el perro verde porque ninguna de mis compañeras le daba la teta a sus hijos. Sin embargo, eso nunca me echó para atrás. ¡Tonta sería! Para mí, era la mejor opción y la más cómoda porque me evitaba tener que ir con el biberón a todas partes. Tampoco nunca tuve reparos para dar el pecho donde estuviese. ¡Incluso estuve en los vinos dando la teta!», cuenta.
María también tuvo que enfrentarse a la presión de algunas personas de su entorno, e incluso algún pediatra, para cambiar el pecho por el biberón. Me recomendaron varias veces: «Dale un biberoncito, ¡a ver si se va a quedar con hambre! Eso me lo dijeron incluso algunos pediatras», afirma esta lucense, que defiende la puesta en marcha en el Hula de un servicio de asesoramiento a las madres que acaban de dar a luz y tienen un montón de dudas.
Autora: Isabela Corbelle, El Progreso.es
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