Actualidad: “Separar a un bebé de su madre las primeras horas es muy perjudicial”
Ibone Olza, psiquiatra infantil y perinatal, contesta en esta entrevista sobre los procesos que se producen en los cerebros de las puérperas en el parto
De los grandes enigmas que tiene la ciencia, uno de ellos siempre ha sido el parto y los procesos que se desencadenan con él en los cerebros de los dos protagonistas: la madre y el bebé.
Cada día sabemos más y cuánto más se sabe, más se pone de manifiesto que es un hecho casi milagroso donde todo se pone al servicio de que esos dos seres humanos se complementen de la mejor manera posible. De esta manera, se produce un enamoramiento que facilita la supervivencia, esto es, que la madre quiera estar pegado a la cría haciendo posible que ésta sobreviva sin problemas.
Ibone Olza, psiquiatra infantil y perinatal, profesora asociada de la Universidad de Alcalá y una de las fundadoras de El parto es nuestro, lleva muchos años impartiendo conferencias donde explica de manera detallada todos los procesos biológicos, químicos y llenos de amor que se producen en el acto de parir. Es todo ciencia pero muchas veces parece algo casi milagroso.
Pregunta. ¿Qué sabemos, qué sabe la ciencia de lo que pasa con los cerebros del bebé y la madre justo cuando se acaba de producir el parto?
Respuesta. El parto es un momento irrepetible e irreproducible desde el punto de vista neuroquímico. Nada más parir, el cerebro de la madre y el de su bebé se encuentran bañados en hormonas como la oxitocina, las endorfinas y la adrenalina. Esto facilita que el primer encuentro en condiciones fisiológicas pueda tener una intensidad indescriptible, y que además, quede profundamente grabado tanto en la memoria de la madre como en la del bebé. Lo que ha previsto la naturaleza es que ese primer encuentro sea amoroso, placentero y adictivo, para que las madres quieran permanecer muy cerca de sus bebés durante los primeros meses de su vida como mínimo. Todo esto en condiciones fisiológicas, es decir, si no alteramos esa química cerebral propia del parto con fármacos o con intervenciones…
P. ¿Los protocolos se establecen en función a qué? Porque si el bebé y la madre necesitan estar pegados durante los primeros momentos, ¿por qué separarlos para lavar al bebé, hacerle pruebas y demás? ¿Esto puede esperar o no?
R. Los protocolos basados en la evidencia científica recomiendan no separar al recién nacido de su madre como mínimo en las dos primeras horas que siguen al nacimiento. Hacerlo es altamente perjudicial especialmente para la salud del bebé. Si no separamos al recién nacido de su madre se lo vamos a poner todo mucho más fácil, el estrés del parto se resuelve rápidamente, la lactancia se va a iniciar espontáneamente, la interacción madre bebé va a ser mejor incluso un año después del parto… Separar a un recién nacido de su madre conlleva un estrés inmenso para el bebé junto con una vivencia que puede ser de abandono. Y para la madre…Se sabe que cuando más agresivas son todas las mamíferas es en la hora tras el parto si alguien les quita a sus crías: esto sucede en las leonas, en las ratas, etc… Sin embargo, nadie ha estudiado esta reacción agresiva en las mujeres cuando se las separa del bebé recién nacido. Tal vez por razones culturales volquemos esa reacción contra nosotras mismas, obviamente no vamos a agredir al pediatra que se lleva a nuestro bebé, pero probablemente a nivel de química cerebral pasen las mismas cosas que cuando a la leona le quitan al cachorro. ¿Será un factor para la depresión posparto? No lo sabemos aún. Sólo una grave urgencia médica justifica separar a un recién nacido de su madre, y en ese caso de todas formas el bebé debería estar siempre acompañado de su padre u otro familiar.
P. ¿Qué es para ti un nido del hospital?
R. Una entelequia, un triste vestigio del pasado, de cuando no sabíamos lo traumáticas que eran esas separaciones, de cuando se pensaba que los bebés no se enteraban de nada ni padecían ni sentían… Los bebés tienen derecho a estar siempre acompañados por un familiar durante la hospitalización, pero es que además es algo muy necesario para la salud. Pasar la noche sin tu madre es un estrés monumental cuando tienes pocas horas o días de vida.
P. ¿Qué ha pasado con las mujeres que ahora no “sabemos” parir y tenemos tantas cesáreas y tantos partos intervenidos? ¿Por qué los políticos no les hacen caso, por qué no les escuchan?
R. La atención al parto en la mayoría de los casos se basa en el miedo a las posibles complicaciones. Ese miedo hace que en muchísimos casos se intervenga demasiado pronto y que, además, muchas de esas intervenciones supuestamente destinadas a “acelerar” o “facilitar” el parto produzcan el efecto contrario: complican el parto, ponen en peligro la llegada de oxigeno al bebé, y hacen que en muchos casos al final sean necesarias cesáreas u otras intervenciones para arreglar el desaguisado previo. Es lo que se conoce como cascada de intervenciones, que es fácil que suceda en un contexto de medicina defensiva, obviamente. Y por otro lado en el parto hay una lucha de poder enorme, no solo entre profesionales (médicos y matronas, por ejemplo), también entre los profesionales y las mujeres que cada vez reclaman más ser tratadas con respeto. La violencia obstétrica existe, es grave, y viene siendo denunciada por la OMS. El parto es un momento de sensibilidad y vulnerabilidad extremas para la parturienta. Atender partos requiere paciencia, cuidado exquisito, respeto por la fisiología, tiempo… Lo mismo que se necesita para hacer bien el amor dado que las hormonas que participan son las mismas… Sin embargo esta dimensión sexual del parto se niega o se ignora sistemáticamente. En fin, que es un problema tremendamente complejo.
P. Dice el obstetra francés Michel Odent, uno de los defensores más conocidos del parto natural, que para cambiar el mundo hay que cambiar la forma en la que nacemos.
R. Si el parto y el nacimiento son respetados (y esto no excluye que en ocasiones haya que hacer cesáreas u otras intervenciones), las madres salen más fuertes emocionalmente del mismo. Les va a ser más fácil criar a sus bebés, lo van a disfrutar y además les van a cuidar y proteger mucho mejor. Si los bebés encuentran una madre y una familia amorosa cuando llegan al mundo es altamente probable que crezcan sintiéndose queridos, lo que les hará adultos empáticos y sensibles. Cuando hablamos de cambiar el mundo nos referimos a que la violencia hay que erradicarla desde el nacimiento, algo que todavía no se reconoce en muchísimos lugares.
P. Los cuidados a la salud mental perinatal en España están bajo mínimos. ¿Por qué? ¿Por qué no se entiende que la salud mental de la mujer tras el parto es tan importante? Y, ¿sobre todo, por qué lo es?
R. Me parece muy difícil ser madre hoy en día en este país. Todo lo que tiene ver con los cuidados está infravalorado e invisibilizado. Las mujeres que desean ser madres se enfrentan a una verdadera carrera de obstáculos, comenzando por esa imposible conciliación laboral que creo que en buena medida es reflejo de la sociedad capitalista en la que vivimos. Se prioriza el consumo por encima de los cuidados, y no se reconoce el valor social que tiene gestar, parir, amamantar o criar a los futuros ciudadanos. En ese contexto, muchísimas madres sufren de ansiedad y depresión incluso desde el embarazo. Pero no se quiere reconocer ese malestar. Por otra parte, la psiquiatría tradicionalmente ha culpado a las madres de muchos trastornos. Solo ahora se empieza a reconocer la importancia de prevenir, detectar, diagnosticar y tratar los trastornos mentales perinatales. Es importante hacerlo porque con ello se alivia sufrimiento, se previenen rupturas de pareja, trastornos psiquiátricos infantiles e incluso infanticidios…
P. Custodia compartida desde el nacimiento. ¿Qué opinión te merece separar a la madre del recién nacido? Damos por hecho que no hablamos de una madre que puede poner en riesgo a su hijo, claro.
R. No tiene ningún sentido. Un recién nacido o un bebé no puede ir de aquí para allá. Quien plantee eso desconoce por completo las necesidades afectivas de los recién nacidos.
Entrevista realizada por Gema Lendoiro
También para las madres, para las que la lactancia materna se asocia a unos menores niveles de colesterol, presión arterial y azúcar en sangre tras el embarazo, así como a un inferior riesgo vitalicio de sufrir un infarto o un ictus. Y a todo ello se suma, según muestra un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores del Centro Kaiser Permanente de Pasadena (EE.UU.), que la lactancia materna también protege a las madres frente a la esclerosis múltiple reseñó El País.
Como explica Annette Langer-Gould, directora de esta investigación publicada en la revista «Neurology», «nuestro trabajo aporta más evidencias para apoyar que las mujeres que pueden dar el pecho a sus hijos lo sigan haciendo. Y es que además de otros beneficios tanto para la madre como para el bebé, la lactancia materna podría reducir el futuro riesgo de la madre de desarrollar esclerosis múltiple» reseñó ABC.
Suma de bebés
Entre otros muchos beneficios, la lactancia materna se asocia a un menor riesgo para las madres de cáncer de ovario, cáncer de mama o diabetes tipo 2. Y al día de hoy ya se sabe que las mujeres con esclerosis múltiple tienen menos brotes –o ‘ataques’ de la enfermedad– durante el embarazo o mientras alimentan a sus bebés de forma exclusiva con la lactancia materna.
Como indica Annette Langer-Gould, «distintos expertos han sugerido que los niveles de hormonas sexuales son responsables de estos beneficios. Sin embargo, nuestra hipótesis es que la falta de ovulación también puede jugar un papel, por lo que queríamos ver si una mayor duración de la lactancia materna o un menor número de años totales de ovulación se asocian a un menor riesgo de esclerosis múltiple».
Nuestro trabajo aporta nuevas evidencias para apoyar que las mujeres que pueden dar el pecho a sus hijos lo sigan haciendo, afirmó Annette Langer-Gould.
Para ello, los autores contaron con la participación de 397 mujeres que, con una edad promedio de 37 años, acababan de ser diagnosticadas de esclerosis múltiple o de síndrome clínico aislado –condición en la que el paciente sufre un primer episodio neurológico por la inflamación o desmielinización del tejido nervioso y que está considerada como un precursor de la esclerosis múltiple–. Y asimismo, con 433 mujeres sanas con edades similares a las de las pacientes.
Todas las mujeres respondieron a distintos cuestionarios en los que, entre otros factores, aportaron información sobre sus embarazos, uso de anticonceptivos hormonales y duración –de haberla llevado a cabo– de la lactancia materna. Los resultados mostraron que las mujeres que habían dado el pecho durante un periodo acumulado –a un único o más bebés– de 15 o más meses tenían un riesgo hasta un 53% inferior de desarrollar esclerosis múltiple o síndrome clínico aislado que aquellas que nunca habían dado el pecho o lo habían dado durante un máximo acumulado de cuatro meses.
Por su parte, las mujeres cuyo primer ciclo menstrual tuvo lugar a una edad de 15 o más años tuvieron una probabilidad un 44% menor de acabar padeciendo esclerosis múltiple que aquellas cuya primera menstruación se presentó cuando aún no habían cumplido los 12 años.
Más y más beneficios
En definitiva, y tal y como ocurre con la lactancia materna, parece que la edad de inicio de la menarquia –o primer sangrado menstrual– también influye en el riesgo de esclerosis múltiple. Una influencia, sin embargo, que no se observó con el número total de años de ovulación, la cifra de embarazos, el uso de anticonceptivos hormonales y la edad del primer alumbramiento.
Como concluye Annette Langer-Gould, «nuestro trabajo ofrece un nuevo ejemplo del beneficio para la madre de la lactancia materna. Sin embargo, no prueba que esta lactancia materna sea la responsable directa de una reducción del riesgo de esclerosis múltiple. Tan solo demuestra la existencia de una asociación».
Fuente: www.eluniversal.com