Primera Hora de Vida. Michel Odent

La hora siguiente al nacimiento es, sin duda, una de las fases más críticas en la vida de los seres humanos. Se sabe muy bien que durante la primera hora después del nacimiento el bebé ha de utilizar sus pulmones de forma repentina. Esto implica, en particular, que el corazón debe bombear urgentemente la sangre para la circulación pulmonar.

Hoy en día estamos en condiciones de explicar que todas las hormonas liberadas por la madre y el feto durante la primera y la segunda fase del parto aún no se eliminan en la hora siguiente al parto. Todas ellas juegan un papel específico en la interacción madre-recién nacido. Hasta hace poco ni siquiera se sospechaban los efectos conductuales de estas hormonas. La hormona clave implicada en la fisiología del parto es sin duda la oxitocina. Sus efectos mecánicos son conocidos desde hace mucho tiempo (efectos en las contracciones uterinas para el nacimiento del bebé y la expulsión de la placenta, en las contracciones de las células mio-epitepiteliales del pecho para el reflejo de expulsión de la leche): la oxitocina es la hormona típica del altruismo, y está presente en cualquiera de las facetas del amor que se quieran contemplar. Esta información resulta ser muy importante cuando uno sabe que, según los estudios suecos, es justo después del nacimiento del bebé y antes de la expulsión de la placenta cuando las mujeres tiene la capacidad de llegar a los niveles máximos de oxitocina. Igual que en cualquier otra circunstancia (por ejemplo, relaciones sexuales o lactancia) la liberación de la oxitocina es altamente dependiente de factores ambientales. Es más fácil si el sitio es muy caluroso (para que el nivel de hormonas de la familia de las adrenalinas quede lo más bajo posible). También resulta más fácil si la madre no tiene otra cosa que hacer que mirar a los ojos del bebé y sentir el contacto con su piel sin ninguna distracción.

El modo de la liberación de la oxitocina: esta liberación tiene que ser pulsátil: cuanto más alta es la frecuencia, más eficiente es la hormona. En el caso particular de la hora siguiente al parto, en condiciones fisiológicas, el nivel máximo de oxitocina está asociado con un nivel alto de prolactina, la cual también se conoce bajo el nombre de la hormona de la maternidad. Esta es la situación más típica de expresar amor a los bebés. La oxitocina y la prolactina se complementan una a la otra. Además, los estrógenos activan los receptores de oxitocina y prolactina. Siempre tenemos que pensar en términos de equilibrio hormonal.

Hoy también sabemos científicamente de la liberación maternal durante las contracciones y el parto de hormonas parecidas a la morfina. El bebé también libera sus propias endorfinas durante el proceso del nacimiento, y hoy no hay duda de que durante un cierto tiempo después del parto ambos, madre y bebé, por igual, están impregnados de opiáceos. La propiedad de los opiáceos de inducir estados de dependencia es de sobra conocida, así que resulta fácil prever cómo es el desarrollo del principio de una “dependencia” o vinculación.

Incluso hormonas de la familia de las adrenalinas (a menudo consideradas como las hormonas de la agresividad) tienen un papel obvio en la interacción madre y bebé inmediatamente después del parto. Durante las últimas contracciones antes de nacer el bebé, estas hormonas alcanzan su nivel más alto en la madre. Este es el motivo por el cual, en condiciones fisiológicas, en cuanto empieza el reflejo de expulsión fetal, las mujeres tienden a estar erguidas, llenas de energía. Uno de los efectos de esta liberación de adrenalina es que la madre está alerta cuando el bebé ha nacido.

También se sabe muy bien que el bebé cuenta con sus propios mecanismos para sobrevivir durante las fuertes contracciones finales del expulsivo y libera sus propias hormonas de la familia de la adrenalina. El efecto visible de esta liberación hormonal es que el bebé está alerta al nacer, con los ojos bien abiertos ylas pupilas dilatadas. Las madres se sienten fascinadas y encantadas con la mirada de sus recién nacidos. Es como si el bebé estuviera dando una señal, y ciertamente parece que este contacto visual es un aspecto importante en el comienzo de la relación madre-bebé.

Hasta hace muy poco no se consideraba la importancia de la primera hora posterior al nacimiento como el momento en el que se supone que comienza la lactancia. Hoy día sabemos que el bebé humano está programado de forma natural para encontrar el pecho por sí mismo en su primera hora de vida. Es más, uno puede entender que en condiciones fisiológicas, cuando el bebé recién nacido está listo para encontrar el pezón, la madre sigue en un equilibrio hormonal especial. Ella está todavía en otro planeta, muy instintiva. En los humanos, la lactancia es básicamente instintiva durante la primera hora posterior al nacimiento. Después hay tiempo para la educación, imitación e incluso técnica.

Todas estas consideraciones eran necesarias antes de analizar la hora posterior al parto en el contexto de nuestras sociedades modernas, en las que el control cultural de los nacimientos está en manos del control médico.

Hay muchas formas de evitar que la madre se distraiga del bebé en esta fase. La madre se puede despistar porque se sienta observada o controlada, porque alguien esté hablando, porque el que atiende el parto quiera cortar el cordón antes de expulsar la placenta, porque el teléfono suene, porque se encienda de repente una luz, etc.

En esta fase, después de un parto en condiciones fisiológicas, la madre está todavía en un estado particular de consciencia, como en otro planeta. Su neocortex está todavía más o menos descansando. La contraseña debería ser: ¡No despierten a la madre!

«La importancia de la sintonía afectiva entre la mamá y su bebé»

El crecimiento del cerebro se produce principalmente durante el último trimestre del embarazo y en los dos primero años del bebé.

Las vivencias emocionales, a partir del nacimiento, serán claves para su desarrollo neurológico.

Durante los dos primeros años de vida predomina el hemisferio derecho del cerebro: el de las emociones, las comunicaciones de apego se introducen en el sistema nervioso induciendo cambios importantes en el cerebro en desarrollo.

Apego: El apego se refiere a la instauración de un vínculo especial de uno hacia el otro. En un principio este vínculo mamá-bebé es de tipo físico, la madre se mantiene cerca de su hijo. Cuando el niño crece y puede andar seguirá a su madre, después de haber sido introducido en el mundo.

El lazo de apego, también es psicológico, dándoles seguridad cuando el bebé y la mamá se acercan el uno al otro.

Las respuestas de la madre calman las emociones desagradables del bebé que potencian las agradables, una y otra vez durante el primer año de vida, permitiendo una autorregulacion afectiva y haciendo posible el desarrollo de un apego seguro.

El bebé no aprende a autoregularse solo, aprende gracias a su relación emocional con su madre, a sus cuidados atentos y estando allí junto a él, su proximidad y cercanía.

Los bebés establecen relaciones distintas de apego entre su mamá y su papá.

Durante la etapa inicial la función del padre es más de apoyo a la madre, de protección familiar, se ocupa de la dinámica familiar, del estilo de crianza y de encontrar otra forma de cercanía con el bebé a partir de los juegos. La mamá suele relacionarse con el bebé a través de la atención, mediante la satisfacción de sus necesidades más primarias, proponiendo un juego donde predomina el contacto, la mirada constante y el sostén. La voz de la mamá da inicio a una forma de juego donde interactúan varios sentidos.

El desarrollo del cerebro del ser humano depende de la calidad de la crianza, de la relación de apego que ha tenido con sus padres, sobre todo el desarrollo de la inteligencia emocional. «El adulto independiente ha sido un bebé totalmente dependiente y un niño autónomo».

  • El nacimiento de una madre. Daniel N. Stern
  • El poder de las caricias. Adolfo Fomez Papí

LA IMPORTANCIA DE LA FASE EN BRAZOS Jean Liedloff

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Durante los dos años y medio en los que estuve viviendo con los indios de la edad de piedra en la jungla de Sudamérica (no todos seguidos, sino en cinco expediciones separadas con mucho tiempo entre ellas para reflexionar), pude darme cuenta de que la naturaleza humana no es lo que se nos ha hecho creer que somos.

Los bebés de la tribu de los Yecuana, más que necesitar paz y sosiego para dormir, dormitaban embelesadamente cuando se sentían cansados, mientras que los hombres, mujeres o niños que los acarreaban, bailaban, corrían, andaban, gritaban o impulsaban las canoas. Los niños jugaban juntos sin pelearse o discutir, y obedecían a los mayores instantánea y diligentemente.

La idea de castigar a un niño aparentemente nunca se les ocurrió a esa gente, ni su comportamiento mostró nada que pudiera llamarse verdaderamente permisividad. Ningún niño habría soñado en interrumpir, incomodar o ser mimado por un adulto. Y, sobre los cuatro años, los niños contribuían más en las tareas de la familia que lo que precisaban de ella.

yekuanaLos bebés en brazos casi nunca lloraban y, de una manera fascinante, no movían sus brazos, protestaban, arqueaban su espalda ni flexionaban sus brazos o piernas. Se sentaban tranquilamente en sus bandoleras o dormían en la cadera de alguien, desmintiendo el mito que los niños deben “hacer ejercicio”. Además, nunca sufrían de vómitos, excepto si estaban muy enfermos, y no tenían cólicos. Cuando se asustaban durante los primeros meses de gatear o andar, no esperaban que nadie fuera hacia ellos, sino que iban por sí mismos hacia su madre u otros cuidadores para confirmar la necesidad de sentirse seguros antes de continuar sus exploraciones. Sin supervisión, incluso los más chiquitines casi nunca se hirieron.

¿Es su “naturaleza humana” distinta a la nuestra? Algunos piensan que así es, pero, por supuesto, sólo hay una especie humana. ¿Qué podemos aprender nosotros de la tribu de los Yequana?

Nuestras Expectativas Innatas
Inicialmente, podemos intentar comprender completamente el poder de formación de lo que yo llamo la fase de “en brazos”. Empieza en el nacimiento y acaba con el inicio del arrastre, cuando el bebé puede alejarse de su cuidador y volver a voluntad. Esta fase consiste, simplemente, en que el bebé tenga contacto físico durante las 24 horas del día con un adulto u otro niño mayor.

Al principio, meramente observé que la experiencia de ir en brazos tenía un impresionante efecto saludable en los bebés y que no había ningún “problema” que arreglar. Sus cuerpos eran suaves y se adaptaban a cualquier posición que fuera adecuada para sus porteadores; incluso algunos de ellos se colgaban en la espalda mientras los agarraban por la muñeca. No pretendo recomendar esta posición, pero el hecho de que es posible demuestra la extensión de lo que constituye el confort para un bebé. En contraste a este ejemplo, tenemos el desesperado desconfort de los niños acostados cuidadosamente en un moisés o cochecito, suavemente arropados, y dejados ir, rígidos, con el deseo de asirse a un cuerpo vivo que, por naturaleza, es el lugar correcto. Es el cuerpo de alguien que “creerá” en sus lloros y consolará sus ansias con brazos amorosos.

¿Por qué la incompetencia en nuestra sociedad? Desde la infancia, se nos enseña en no confiar en nuestro instinto. Se nos dice que los padres y los profesores saben más y que cuando nuestras sensaciones no coinciden con sus ideas. Nosotros debemos estar equivocados. Condicionados para no confiar o amargamente ignorar nuestros propios sentimientos, resulta fácil convencernos para no creer en el bebé que llora diciendo: “¡Deberías tomarme en brazos!” “¡Yo tendría que estar cerca de tu cuerpo!” “¡No me dejes!” En su lugar, denegamos nuestra respuesta natural y seguimos la moda instaurada, dictada por los “expertos” en cuidados infantiles. La pérdida de confianza en nuestra experiencia innata nos deja leyendo un libro detrás de otro viendo como cada nueva idea falla.

Es importante entender quiénes son los expertos en realidad. El segundo mayor experto en cuidado infantil que existe está dentro nuestro, tan seguro como que reside en cada especie superviviente que, por definición, debe saber cuidar a su prole. El mayor experto de todos es, por supuesto, el bebé, programado durante millones de años de evolución para mostrar su propio temperamento mediante sonidos y acciones cuando el cuidado no es correcto. La evolución es un proceso de refinamiento que ha afinado nuestro comportamiento innato con magnífica precisión. La señal del bebé, la comprensión de esta señal por la gente que lo rodea, el impulso a obedecerla, son todo partes del carácter de nuestra especie.

El presuntuoso intelecto ha mostrado estar pobremente equipado para adivinar los auténticos requerimientos de los bebés humanos. La pregunta a menudo es: ¿Debería tomar al bebé cuando llora? ¿O debería dejarle llorar durante un rato? ¿O debería dejarle llorar para que así el niño sepa quien es el jefe y no se convierta en un “tirano”?

Ningún bebé estará de acuerdo con ninguna de estas imposiciones. Unánimemente, nos dejan bien claro que no deben ser dejados para nada. Como esta opción no ha sido ampliamente defendida en la civilización occidental contemporánea, las relaciones entre padres e hijos han permanecido firmemente como si fueran adversarios. El juego se ha centrado en conseguir que el bebé duerma en la cuna, pero no se ha considerado la oposición sobre los lloros del bebé. A pesar de que Tine Thevenin, en su libro The Family Bed (La cama familiar), y otros han abierto el tema de que los niños duerman con sus padres, el principio más importante no se ha tratado claramente: comportarse contra nuestra naturaleza como especies conduce inevitablemente a la pérdida de bienestar.

Una vez hemos comprendido y aceptado el principio de respetar nuestras expectativas innatas, seremos entonces capaces de descubrir precisamente cuáles son; en otras palabras, qué es lo que la evolución nos ha acostumbrado a experimentar.

El Papel Formativo de la Fase de en Brazos
¿Cómo llegué a ver en la fase de ir en brazos aquella etapa crucial para el desarrollo de una persona? Primero, vi la gente feliz y relajada en la jungla de Sudamérica, cargando siempre a sus bebés sin dejarlos nunca. Poco a poco, fui capaz de ver una conexión entre ese hecho tan sencillo y la calidad de sus vidas. Incluso, más tarde, llegué a ciertas conclusiones sobre cómo y por qué el estar en contacto constante con un cuidador activo es esencial en el estadio inicial del desarrollo tras el nacimiento.

Por un lado, parece que la persona que carga el bebé (normalmente la madre durante los primeros meses, y luego un niño de cuatro a doce años que devuelve el bebé a la madre para alimentarlo) está formando los cimientos para las experiencias posteriores. El bebé participa pasivamente en las carreras, paseos, risas, charlas, tareas y juegos del porteador. Las actividades particulares, el ritmo, las inflexiones del lenguaje, la variedad de vistas, noche y día, el rango de temperaturas, sequedad y humedad, y los sonidos de la vida en comunidad forman una base para la participación activa que empezará a los seis u ocho meses de vida con el arrastre, gateo y luego andar. Un bebé que ha pasado ese tiempo tumbado en una tranquila cuna o mirando el interior de una sillita, o al cielo, habrá perdido la mayor parte de esta experiencia tan esencial.

Debido a la necesidad del niño de participar, es también muy importante que los cuidadores no se queden sentados mirando al bebé ni que continuamente le pregunten lo que quiere, sino que lleven vidas activas ellos mismos. Ocasionalmente, uno no puede resistir darle al bebé un chorro de besos, pero, de todos modos, un bebé que está programado para observar la ajetreada vida que llevas se confunde y frustra cuando dedicas tu tiempo mirando como él vive la suya. Un bebé dedicado a absorber lo que es la vida, siendo vivida por ti, se sumerge en la confusión si le preguntas que sea él quien la dirija.

La segunda función esencial de la experiencia de la fase en brazos parece no haber sido percibida por nadie (incluyéndome a mí, hasta mediados de la década de los 1960). Se refiere a proveer a los bebés de un mecanismo de descarga de su exceso de energía hasta que no son capaces de hacerlo por sí mismos. En los meses anteriores a ser capaces de moverse por sí mismos, los bebés acumulan energía por la absorción de comida y de luz solar. Es entonces cuando el bebé necesita contacto constante con el campo de energía de una persona activa que pueda descargar el exceso no usado de ambos. Esto explica porque los bebés Yequana estaban tan extrañamente relajados y porque no se ponían rígidos, daban patadas o arqueaban la espalda para relajarse ante una incómoda acumulación de energía.

Para poder proveer una óptima experiencia de la fase en brazos tenemos que descargar nuestra propia energía de manera efectiva. Se puede calmar muy rápidamente a un bebé corriendo o saltando con él, o bailando o haciendo lo que sea para eliminar el exceso de energía propio. Una madre o padre que deben marchar de repente a buscar algo no necesitan decir “oye, toma el bebé que voy corriendo a la tienda”. El que tenga que correr que se lleve al bebé. ¡Cuanta más acción mejor!

Los bebés y los adultos experimentan tensiones cuando la circulación de energía en sus músculos está impedida. Un bebé repleto de energía no descargada está pidiendo acción: una carrera a galope alrededor del salón o un baile movido con el niño de la mano. El campo de energía del bebé se aprovechará inmediatamente del del adulto, descargándose. Los bebés no son las cositas frágiles que hemos tomado con guantes. De hecho, un bebé tratado como frágil en este estado de formación puede ser persuadido de que es frágil.

Como padres, podéis llegar a comprender fácilmente el flujo de energía de vuestro hijo. En el proceso, descubriréis muchas maneras de ayudar a vuestro bebé a mantener el suave tono muscular del bienestar ancestral, y de proporcionarle la calma y confort que necesita para sentirse como en casa en este mundo.

El uso del chupete

El uso del chupete es una práctica que está profundamente arraigada en nuestra cultura. Hoy en día es muy raro ver a un bebé sin un chupete.

Si bien es cierto que los chupetes calman a los bebés, la lactancia materna también lo hace. Lo bueno de la lactancia materna es que, además de calmar al bebé a través de la succión, también le ofrece la seguridad de estar con su madre y los beneficios que le proporciona la leche materna.

Sin embargo, si los padres consideran que es necesario ofrecerle a su bebé un chupete deben tener en cuenta que el Comité de Lactancia Materna de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y UNICEF recomiendan que el uso del chupete se retrase hasta que la lactancia materna se haya establecido, es decir, aproximadamente hasta que el bebé tenga unas 6 semanas de edad.

Esto es debido a que la forma de succionar un chupete es distinta a la forma de succionar el pecho. El uso del chupete puede confundir al bebé haciendo que le sea difícil agarrarse al pezón por lo que puede causar que la madre termine con pezones dolorosos y/o agrietados. También puede que el bebé modifica la forma de prenderse al pecho y pierda o deje de ganar peso.

Lo que se recomienda es que solo se le de el chupete al bebé para dormir y no usarlo cada vez que el bebé llora porque esto conlleva el peligro de usarlo para reemplazar tomas.

El uso excesivo del chupete puede causar:

  • Confusión entre el pezón y el chupete (debido a la distinta forma de succionar).
  • Que el bebé reciba menos tomas porque se le da el chupete en lugar de ofrecerle el pecho.
  • Una reducción en la producción de la leche materna debido a la reducción de tomas y, por tanto, una reducción en la ganancia de peso en el bebé.
  • Maloclusión dentaria ya que se cree que puede deformar la boca y el paladar.

No hay que olvidar que el uso de un biberón puede causar los mismos problemas que el uso de un chupete puesto que la succión de la tetina de un biberón es igual a la de un chupete.

«La importancia de la mirada del adulto, para  conocerse y conocer el mundo»

El bebé se siente valorado, cuando se lo valora por lo que es. Cuando el adulto detecta los crecimientos, logros, desarrollos  de su bebé y se los hace notar con alegría, se sentirá valorado por sus padres  y valorado por si mismo.  La importancia de reflejar lo que el niño va descubriendo, lo que va pudiendo, inventando, las cosas que va transformando en su juego, sus propias creaciones, iniciativas hace que usted este construyendo su valoración.

El adulto es un espejo, cuando sonríe frente a un logro del pequeño, lo ayuda, refuerza  su  confianza, lo habilita a que viva sus experiencias las que le permitirán alcanzar nuevos aprendizajes.  Los mensajes parten a partir de observar y respetar las iniciativas del bebé. El simple hecho de estar atentos, acompañar, revelar sus logros, brindándole reconocimientos de sus capacidades de hacer, tiene un poder muy importante para el niño que confirma que es y que es reconocido. Se siente considerado, seguro de sus posibilidades, y se despierta en él un espíritu aventurero. Crear un ambiente para que él desarrolle sus propias iniciativas, es darle la oportunidad de  acumular vivencias y experiencias, algunas sobre el mundo y otras sobre si mismo.
» Los arboles no crecen tirando de las hojas». J. Miguel Hoffman

Los Abuelos

Los abuelos suelen estar cargados de experiencias y sabiduría. El arte de ser abuelo aporta amor, valores, trasmite cultura. Oralmente dan a conocer mitos, leyendas, los juegos que ellos jugaban cuando fueron niños. Trasmiten valores culturales y familiares, base fundamental en la formación de los niños, lo que, a su vez, representa una gran soporte funcional para los individuos y para la sociedad. Cuando los abuelos le cuentan a sus nietos una historia del pasado, les estan brindando una nueva dimensión, permitiéndoles dar rienda suelta a la fantasía, a soñar, conocer nuevas palabras o ampliar el vocabulario, viajar … La continuidad de la tradición está vinculada con las historias que solo los abuelos pueden contar. Se aprenden de ellos canciones, adivinanzas, oraciones, rimas, al mismo tiempo valores sobre la religión, valores a la Patria, al prójimo, el respeto por la vida, la tolerancia, el respeto por el otro, etc. Cuentan muchas veces, con el tiempo suficiente para contar sus vivencias, aventuras, las historias que escucharon de sus antepasados, como era la ciudad cuando fueron niños y jóvenes, la forma de trabajar, que se comía, como se vestían o divertían.

La responsabilidad de la crianza de los niños no es del abuelo o la abuela, es de los padres: los abuelos son excelentes acompañantes en la crianza.

Los abuelos pueden proporcionar a los padres oportunidades para salir sin los niños, con la tranquilidad que el proceso de crianza continuará como ellos lo han delineado.

Entre abuelos y nietos hay una fuerza intergeneracional maravillosa, vale la pena aprovecharla, sacarle el jugo; es una fuerza que les permite cumplir su principal función, la de respaldar a los padres en el proceso de crianza.

Invitemos y propiciemos el espacio para que los abuelos cumplan su función y desplieguen su amor.

Los sentidos. El Tacto.

El conocimiento científico que hoy tenemos sobre la vida intrauterina es tan amplio que nos permite preguntarnos todo lo que podemos hacer por ese niño aún mucho antes de nacer. Hoy en día ya no hay duda que el bebé en el útero es un ser humano consciente que reacciona y lleva una activa vida emocional. Puede ver, oír, experimentar, degustar y, de manera primitiva, incluso aprender in utero. Lo más importante es que puede sentir.[1]

El bebé en el útero está inmerso en un mundo de sensaciones. La piel es el primer órgano que se desarrolla en el feto y el tacto, el único sentido sin el cual no podemos sobrevivir.

“Ahora bien, la capacidad sensorial de la piel es, de por si, tan extraordinaria que resulta enteramente innecesario exagerar sus virtudes. Todos poseemos cierta capacidad estereognóstica – es decir, la facultad de percibir objetos o formas mediante el tacto – y, en sentido metafórico, la mayoría de los seres humanos llegan casi a “ver” la forma del objeto que están tocando. Las yemas de los dedos son las regiones del cuerpo dotadas de mayor sensibilidad para “leer” la forma de los objetos.”[2]

“La estimulación táctil de carácter afectuoso es, a todas luces, una necesidad primaria, cuya satisfacción representa un requisito ineludible para que el recién nacido llegue a convertirse en un adulto sano.”[3]

Teniendo todos estos conceptos en mente, concluimos que “el contacto es nutritivo” relaja, alivia, estimula, sostiene, contiene, acompaña al bebé y ayuda a la maduración de todos sus sistemas vitales, como el gastro intestinal, el sistema inmunológico, el tono muscular, la respiración. Estimula la circulación sanguínea, el lenguaje, la comunicación. También le da seguridad y le proporciona bienestar tanto al bebé como a su mamá. Es un momento íntimo que favorece el vínculo y el apego, así como la conducta materna.

“Con las experiencias de Klaus y Kennel, quedó debidamente demostrada la importancia que el contacto prolongado con su hijo apenas nacido juega en el desarrollo de este vínculo de apego materno. Este particular vínculo se produce dentro del lapso llamado “período sensible”, entre los primeros minutos y horas de vida. Para un bebé conductas de apego son aquellas que tienden a mantener la proximidad de la madre, tales como el llanto, el chupeteo, la sonrisa, el aferramiento, el contacto ojo a ojo y el seguimiento visual. De ese mutuo apego dependerá la naturaleza del vínculo simbiótico normal e indispensable que se desarrollará entre ambos en los primeros meses de vida.”[4]

Aprender a tocar a su bebé es una herramienta que empodera a la madre, le da seguridad y le permite ahondar en ese vínculo único e íntimo que existe con su bebé.

[1] Dr. Thomas Verny y John Kelly. “La Vida Secreta del Niño Antes de Nacer”.

[2] Ashley Montagu. “El Sentido del Tacto. Comunicación Humana a través de la Piel”.

[3] Ashley Montagu. “El Sentido del Tacto. Comunicación Humana a través de la Piel”.

[4] Dr. Guillermo Rinaldi. “El lactante y su entorno: Vicisitudes del vínculo. Estudio, abordaje y prevención”.

Cómo educar niños y niñas felices y seguros

¿Cómo se educan niños felices y seguros? ¿Qué debemos hacer los adultos para que los niños y niñas crezcan felices y seguros? Después de algunas consideraciones la respuesta es: mirar, escuchar, respetar, ofrecer seguridad y dar al juego el lugar que le corresponde.

Mirar, con una mirada verdadera y profunda, viendo no solo lo que hace el niño/a, sino todo aquello que quiere decirnos con sus acciones, gestos y palabras. Mirar más allá de lo evidente y verlo a él o a ella en su conjunto, íntegramente, como un ser único, con unas necesidades y capacidades que no tienen por que ser las nuestras o las de cualquier otro niño/a.

Escuchar más allá de las palabras, sus palabras, conteniendo la necesidad de responder, de ofrecer inmediatamente soluciones. Los niños y niñas (y los no tan niños) necesitan poder expresarse, expresar sus emociones, comunicarse y para que esto suceda es necesario que sientan que se les escucha.

Respetar al niño/a, algo que parece tan obvio ¿verdad? Parémonos un momento a pensar si el respeto que sentimos por los niños y niñas es el mismo que sentimos hacia los adultos. El niño, la niña, tiene pleno derecho a ser protagonista de su desarrollo, como ser activo, como actor y no sólo actuado por otro, como sujeto, y no como objeto, en desarrollo, competente a su nivel, con iniciativas, deseos, aptitudes y proyectos propios. No podemos cargarle con nuestras inseguridades y miedos o con nuestros deseos y expectativas, él/ella debe escribir su historia propia y nosotros debemos permitírselo.

“Muchas veces demandamos el respeto del niño hacia al adulto, pero el respeto debe ser mutuo y el adulto debe dar ejemplo”

El respeto y la empatía deberían conformar nuestro día a día con los más pequeños, deberíamos recordar que son personas, con una historia propia de la que nosotros formamos parte, pero la cual no nos pertenece. Sería muy injusto para ellos negarles su individualidad, su originalidad, la elección de su propio camino.

Ofrecer seguridad física sí, pero también emocional (de esta nos olvidamos la mayoría de las veces, si no siempre). Debemos ayudar al niño/a a poner palabras a sus emociones, contener y acompañar favoreciendo su autonomía y la comprensión del mundo que le rodea. Debemos ofrecerle límites que estructuren, que contengan, límites claros y con sentido, no límites para castigar o “para que aprenda”. El niño, la niña, debe sentirse seguro, confiar en sí mismo y en su entorno.

Y por supuesto, situar en el lugar que le corresponde al Juego, ya que el juego es la manera que tienen los niños de situarse en la vida, de relacionarse, de vivir, de ir asimilando conceptos para después, a su debido momento, situarse en el mundo de los adultos.

“El niño no juega para aprender, sino que aprende porque juega” 

Muchos piensan que se deben realizar puntualmente actividades de juego para desarrollar esta o la otra capacidad, pero lo cierto es que el juego es la forma en la que los niños/as están, son; los niños y niñas necesitan, deben poder, crear y jugar libremente.

El juego es en sí mismo la herramienta de comunicación y expresión que tienen los niños y niñas y la mejor, y única, forma de aprender, porque a través del juego favorecen el desarrollo social, emocional y cognitivo, expresan sus emociones, descubren, comparten y crean.

El Sueño es un Proceso Evolutivo

A través del tiempo se fue modificando la mirada sobre el niño. Actualmente se lo considera un sujeto activo que participa activamente de su desarrollo. La importancia que tiene para un bebé el contacto físico y afectivo de su madre, parte de su entorno familiar.

El beneficio y buen criar de los brazos, de responder frente a su llanto, las canciones de cuna, los cuentos, el empatizar con el niño para poder comprenderlo y responder a su necesidad son fundamentales para acompañar el proceso. Es importante recibir información seria y veraz, para despejar mitos y prejuicios.

«Su hijo es normal aunque se despierte, y usted también es normal, aunque lo vaya a consolar» Carlos González.

El sueño es un proceso evolutivo. Todo niño sano, aunque actualmente presente despertares frecuentes o algún problema a la hora de acostarse, va a dormir correctamente algún día.

Es importante conocer cómo evoluciona el sueño infantil, para así actuar en consecuencia, facilitando que los bebés, los niños desarrollen correctamente este proceso. El saber sobre el sueño, nos facilitará para minimizar la aparición de problemas.

Los esquemas básicos del sueño comienzan a formarse antes de que el niño nazca.

El sueño va ligado a nuestro desarrollo por lo tanto siempre cambia, estos cambios no son bruscos, se va modificando sigilosamente conforme vamos creciendo y envejeciendo.

Se ha comprobado que los bebés en estado fetal, especialmente en el 3er. mes de gestación, presentan momentos de vigilia, seguidos de momentos de inactividad muy semejantes a las fases del sueño que tienen los recién nacidos.

Antes de nacer hay dos patrones de sueño: activo / tranquilo. El sueño activo aparece en el 6to mes de gestación, mientras que el pasivo hacia el séptimo mes de embarazo. El sueño fetal es independiente del sueño de la madre. Un bebé intrauterino movedizo, no es sinónimo de un recién nacido intranquilo y viceversa. Los bebés antes de nacer emplean las tres cuartas partes del día en sueño activo y el resto en períodos de alerta, de ahí que tanto en estos bebés como en los que ya han nacido, el sueño REM ocupa la mayor parte del tiempo. Se sabe que una de las funciones del sueño activo es la de ajustar las conexiones neuronales, recolectar los circuitos cerebrales e instaurar aprendizajes.

Dormir es una necesidad vital, el sueño va evolucionando a medida que las necesidades del individuo lo requiere. Existe una sincronización con el sueño y las necesidades en cada momento de la vida.

Dormir es una necesidad básica, como lo es comer, beber o respirar. Por esto la naturaleza se encarga ya antes de nacer, de que sepamos hacer estas cosas desde el mismo instante que vemos la luz.

Durante el primer trimestre de vida el bebé necesita alimentarse frecuente, mantener en alerta a su cuidador, desarrollar la mente, madurar, ejercitar la succión. Los recién nacidos necesitan comer frecuentemente para evitar las hipoglucemia (descenso del nivel de azúcar en sangre) y crecer.

El bebé durante el primer año triplica el peso de nacimiento. Por lo que todo esto explica, porque un bebé no puede tener un sueño muy continuado, y necesita pequeñas siestas a lo largo de las 24 hs. del día, para poder despertarse frecuentemente y comer, estar en contacto con su mamá y su entorno.

Extraído del Libro de Rosa Jove “Dormir sin Lágrimas”.

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