Porqué los bebés deben dormir boca arriba?

Todos los bebés deben dormir en posición supina (boca arriba). Los estudios de investigación realizados sobre este tema son concluyentes. Esta posición de los bebés al dormir hace que tengan de tres a doce veces menos riesgo de fallecer a causa del síndrome de muerte súbita del lactante.
Esta posición también disminuye la colonización bacteriana de las vías aéreas, lo que reduce la necesidad a un tercio de de ATB por otitis.
Además favorece el desarrollo global de la musculatura al permitir movimientos libres de los brazos, piernas, realizar flexión, extensión y girar la cabeza. Favorece la relación con su entorno y con los demás, permitiendo una estimulación adecuada de sus sentidos.
El gran miedo de la población en general es la falsa idea arraigada del hecho que ante un vómito el bebé se pueda ahogar. Los estudios realizados en EE.UU y Europa, no encontraron evidencia científica que indique que los bebés que duermen boca arriba tienen mas riesgo a atragantarse, todo lo contrario, se redujo notablemente la muerte súbita al dejar de acostarlos boca abajo.
Es básicamente una cuestión de anatomía. Si el bebé se encuentra boca arriba, la  laringe y la tráquea quedan por encima del esófago. Es decir que si el bebé vomita, fácilmente por gravedad va a ser deglutida y llevada nuevamente hacia el esófago. En cambio, si está boca abajo, la traquea y laringe quedan por debajo del esófago, y ante un evento similar, el riesgo de aspiración del contenido hacia los pulmones es mucho mayor.
Les dejo una foto para que puedan visualizar de forma más clara lo comentado anteriormente.

Que es el movimiento libre?

Emmi Pikler fue una conocida pediatra que, tras años de investigaciones, creó un método educativo basado en el respeto al niño y en la actitud no intervencionista del adulto, es decir, permitirle un desarrollo autónomo espontáneo, respetando su ritmo propio y asegurándole todas las posibilidades para tener iniciativas autónomas, movimiento libre y juego independiente. 

Las prisas y el estrés con los que vivimos en nuestra sociedad actual se trasladan muchas veces a la crianza de nuestros hijos. Vivimos obsesionados por sus avances y parece que exista una competición entre todos los niños del mundo (más bien, entre sus padres) por ser el primero en gatear, andar o hablar.

Pero esta actitud no es beneficiosa para el niño ya que corremos el riesgo de forzar su desarrollo y de saltarnos etapas importantes en el mismo al querer ir más deprisa.

El movimiento libre creado por Pikler se basa en dejar al niño en completa libertad para moverse y desarrollarse sin la intervención del adulto. Este método defiende que los niños aprenden solos a sentarse, gatear, caminar… sin necesidad de incitarles a ello. Eso sí, hay que darle todos los recursos necesarios para que pueda moverse en libertad.

El niño, al sentirse libre, se muestra más positivo, activo e interesado. Tan solo necesita sentirse respetado y querido, así como que se reconozcan sus logros, para superarse.

Así, el movimiento libre defiende la actividad autónoma para que el niño vaya descubriendo sus propias capacidades y a utilizar sus recursos. A los padres solos les corresponde asegurar las condiciones óptimas para que lo consiga sin forzarle.

Transcurrido el primer año de vida el niño adquiere habilidades relacionadas con el movimiento y el equilibrio: ya se levanta, se atreve a dar sus primeros pasos y gracias a esa movilidad empieza a experimentar con su entorno

Las enseñanzas de Emmi Pikler están centradas en el desarrollo de los niños de 0 a 3 años, aunque se pueden aplicar a cualquier edad.

Etapas principales del desarrollo motor

Etapa neonatal: el niño pasa de estar estirado boca arriba a ponerse de lado: 3 a 7 meses:

Etapa de suelo:

– Pasar de estirado boca arriba a estirado boca abajo: 4 a 8 meses

– Pasar de estirado boca abajo a estirado boca arriba: 4 a 9 meses

– Arrastrarse por el suelo: 7 a 13 meses

– Gatear: 8 a 16 meses

– Sentarse: 9 a 16 meses

– Arrodillarse: 10 a 15 meses

– Ponerse de pie: 12 a 21 meses

– Dar los primeros pasos: 12 a 21 meses

– Caminar de forma segura: 13 a 21 meses

Consejos para los padres

Si te interesa el movimiento libre y quieres usar este método para favorecer el desarrollo autónomo de tu hijo, te damos unas cuantas pistas para saber cómo debes actuar:

– Colócalo boca arriba, en el suelo si se siente cómodo o sobre una superficie firme en la que tenga espacio y déjalo libre

– Pon cerca juguetes o materiales sencillos; no le animes a cogerlos ni se los coloques en la mano, simplemente déjaselos a su alcance

– No uses gimnasios con barra de actividades, le pueden despistar de su propio movimiento

– Puedes hablarle y comunicarte con él, pero también debes dejarle solo

– Si llora o está incómodo,  prueba en otro momento

– Si te tiende la mano, dásela, habla con él y levántalo si lo necesita, pero no lo lleves a una posición que aún no haya logrado por sí mismo

– Acondiciona la casa todo lo que puedas, contando con el espacio del que dispongas. Crea un espacio diáfano y tan amplio como puedas en la sala más grande. Coloca algunos elementos que le ayuden a explorar, gatear, trepar… como pufs, cojines, cajas… El suelo debe ser cálido

– Ponle ropa amplia y cómoda, mejor descalzo o con zapatos sin suela dura y antideslizantes

– Los juguetes pueden ser objetos cotidianos con los que pueda experimentar

– Las hamaquitas no son muy recomendables ya que limitan su movimiento. Los andadores están totalmente desaconsejados ya que les fuerza a estar de pie y/o caminar cuando no están listos para ello

– Tu ayuda tiene que ser siempre indirecta

– No apures al niño ni le enseñes movimientos, tampoco debes obligarlo a hacer algún ejercicio concreto, dale siempre total lbertad de movimiento

 

Desarrollo Evolutivo: El NO y los límites

Ni bien nacemos nos encontramos con los límites, la frustración de haber salido a un mundo frío, sin ruidos constantes y con temperaturas variables, ya nos deja impresa la marca del adentro y afuera. Un recién nacido tiene cero tolerancia a la frustración y los adultos tenemos que entender sus llantos como angustia de adaptación a un mundo totalmente distinto del que tenían adentro del útero.
A medida que vamos creciendo vamos a ir registrando el limite, primero experimentándolo en nuestra persona, a través de nuestro cuerpo, aprendiendo que yo empiezo y termino en mí mismo y no soy un todo con los de afuera, y luego iré aprendiendo una palabra emitida por mis padres, corta pero cotidiana, para empezar a enseñarme lo que «no» se puede, lo que «no» se hace.
El no, es necesario para crecer pero también puede resultar un arma de doble filo si se lo aplica a mansalva sin comprender algunas cuestiones evolutivas; un niño de dos años para abajo, y diría hasta tres, muchas veces entiende más el no por el volumen y el susto de esa pequeña palabra, que por lo que verdaderamente significa; un niño pequeño no entiende un no con justificaciones, un ejemplo de esto sería cuando nos pide algo y nosotros argumentamos que no tenemos dinero para comprarlo ¿Qué puede saber y además que le importa nuestra economía a esa pulga que nos mira con cara de cachorro mojado cuando quiere algo? Cero tolerancia a la frustración, y esto no quiere decir entonces que tengamos que acceder a todo, nosotros somos los adultos, recuerden, pero vamos a tener que entender y quizás también aprehender, que una cosa es la «permisividad» donde concedemos todo y otra es el «autoritarismo» donde excedidos por circunstancias externas, abusando de mi jerarquía o quizás simplemente porque así me educaron a mí ponemos una negativa porque es así y punto, sin visualizar lo profundo que cala estos no en el autoestima de los infantes; los dos son extremos y malos, sin embargo todos solemos caer en ellos de vez en cuando, pero en ninguno de ellos vemos realmente a nuestros hijos; la mejor manera de estar presentes y de brindarnos es exactamente desde en el medio de estos dos polos opuestos, parándonos en la «autoridad», que es posible sólo desde el cariño, para cuidar al otro porque lo vemos, porque entendemos sus posibilidades y porque estamos acompañando su crecimiento como padres.
A medida que crecemos aprendiendo límites, tolerando frustraciones y evadiendo otras, nuestro entramado social crece y nuestras relaciones sociales se van complejizando; así nos encontramos todo el tiempo con los límites que vienen desde afuera, por ejemplo a través de las leyes y muchos otros que nos imponemos nosotros mismos para seguir perteneciendo.
El problema se suscita cuando por querer ser parte o que nos elijan, nuestros límites se vuelven laxos o nulos, y entonces entramos en relaciones donde es el otro quién impone las reglas.
Una relación saludable, primero conmigo para después con el otro, tiene que partir desde el hecho de entender que el límite, el no, es la mejor manera de establecer un contacto sano; si yo no tengo presente mi límite y pienso que el otro puede marcar los dos cordones de nuestro camino, entonces no tengo frontera de contacto, y no solo me voy a sentir empobrecido sino también resentido por entregar todo y quedarme vacío. El no a pesar de poder sonar antipático, es junto con el sí, el mejor regalo que nos da la vida, porque a partir de ellos podemos elegir y para hacerlo tenemos que tener claro que permitimos y que no, hasta donde el otro y yo, que podemos y que no.
Tendremos que aprender a vivir con la culpa de no cumplir con las expectativas de los otros si no son verdaderamente mías y hacernos cargo de que sí decimos por algo tendremos que ir a pleno por ello.
Para poder decir no tenemos que ser conscientes de lo que valemos, trabajar nuestro autoreconocimiento y no andar buscando por allí a otros que se hagan cargo de tapar nuestros agujeros, para decir no tenemos que saber claramente quienes somos y que queremos aunque sea por un momento.
Comparto aquí un texto escrito por Anselm Grün, que no me canso de leer a mis pacientes para trabajar el «no» y los invito a que lo lean detenidamente para poder pensarse a ustedes y sus relaciones en cada una de sus palabras:
NO es NO
Y hay una sola manera de decirlo: NO.
Sin admiración, ni interrogantes, ni puntos suspensivos.
NO se dice de una sola manera.
Es corto, rápido, monocorde, sobrio y escueto: NO
Se dice de una sola vez.
Un NO que necesita de una larga caminata o una reflexión en el jardín, no es NO .
Un NO que necesita explicaciones y justificativos, no es NO .
NO , tiene la brevedad de un segundo.
Es un NO para el otro, porque ya lo fue para uno mismo.
NO es NO , aquí y muy lejos de aquí.
NO , no deja puertas abiertas, ni entrampa con esperanzas, ni puede dejar de ser.
NO , aunque el otro y el mundo se pongan patas arriba.
NO , es el último acto de dignidad; el fin de un libro sin más capítulos ni segundas partes.
NO , no se dice por carta, ni se dice con silencios, ni en voz baja, ni gritando, ni con la cabeza gacha, ni mirando hacia otro lado, ni con pena y menos aún con satisfacción.
NO es NO , porque NO .
Cuando el NO es NO , se mirará a los ojos y el NO se descolgará naturalmente de los labios; la voz no será trémula, ni vacilante, ni agresiva, pero tampoco dejará duda alguna.
Ese NO , no es una negación del pasado.
Es una corrección del futuro.
y sólo quien sabe decir NO , puede decir SÍ.
Mauricio J. Strugo
Psicólogo Terapeuta Gestalt

El tacto y el bebé: el primer medio de comunicación con la madre

La estimulación táctil de los padres es vital para el desarrollo sano del niño

¿Cómo generan los bebés sus primeras sensaciones táctiles?

El proceso neuronal es el siguiente: la corteza táctil se localiza principalmente por el lóbulo parietal del cerebro y tiene como función la recepción e interpretación de los estímulos táctiles. Dicho lóbulo se encuentra situado entre el córtex prefrontal por la parte anterior, el occipital por la posterior y el temporal en la inferior.
Una vez discriminado el estímulo táctil por las áreas parietales primarias, tendrá lugar un proceso de descifrado del significado de la estimulación táctil: el lóbulo parietal esta asociado el conocimiento de objetos mediante el tacto.

El tacto como el primer vínculo madre-hijo

El tacto es el primer medio de comunicación entre la madre y el bebé. A través del contacto con la piel de su madre, el niño capta sus vibraciones y experimenta los sentimientos que ella le proporciona. En los primeros días de vida, las madres y padres pueden reconocer a su propio bebé acariciando la mejilla o la mano de éste. En estos primeros periodos de vida el tacto es también muy importante para el desarrollo emocional del bebé y el niño, por este motivo y por la influencia en los procesos cognitivos posteriores es necesario que los padres desarrollen desde el nacimiento la sensibilidad táctil en sus hijos.

Las sensibilidad táctil aumenta las respuestas del niño que da al ambiente. De hecho, en un estudio llevado a cabo con bebés se comprobó que las caricias suaves llevaron a los bebés a sonreír y a estar más atentos ante la cara del adulto. Tan pronto como los niños pueden coger objetos, el tacto se convierte en un medio muy importante, a través del cual adquieren información del medio ambiente.

Las primeras estimulaciones del tacto en el bebé

El proceso de evolución de la percepción táctil viene asociada con el desarrollo cerebral en los primeros meses del pequeño.  La estimulación táctil pasiva de los padres y la estimulación mediante la boca del bebé serán medios importantes de conocimiento a través del tacto del medio que le rodea.

Los padres tienen que estimular táctilmente a sus hijos para desarrollar la discriminación y agudeza táctil de conocer el propio cuerpo y sus posibilidades y de apreciar y reconocer las cualidades táctiles, tales como:
• superficie (lisa, discontinua, áspera…)
• consistencia (blanda, dura, elástica…)
• materia (algodón, cartón, madera, papel…)
• temperatura (caliente, frío, templada…)
• forma (alargada, circular, cuadrada, esférica…)
• dimensión (ancho, alto, estrecho, grueso…)
• humedad (seco, mojado…)
La estimulación táctil permite adquirir información a sobre procesos tales como vibración, temperatura, peso, flexibilidad, elasticidad, suavidad, aspereza, humedad o sequedad necesarios para muchas funciones cognitivas.
La percepción táctil es otro de los medios por el que el cerebro analiza e integra estímulos táctiles sobre objetos, hechos, sensaciones o situaciones: es capaz de reconocerlos e incluso de identificar entorno en el que se desarrollan. El cerebro no solamente percibe las sensaciones táctiles sino que les da un significado e integración en el contexto en el que se desarrollan, por lo que este proceso de percepción tiene un carácter complejo y desarrolla e integra  amplias áreas cerebrales.
Diferentes estudios llevados a cabo con estimulación táctil demuestran que el cerebro es capaz de generar percepción espacial mediante el tacto, de determinar el alto grado de eficacia del tacto para determinar la posición y morfología de los objetos; asimismo, el cerebro ofrece una gran capacidad de memoria especializada sobre percepciones generadas por la vía somatosensorial.
Además, se han identificado áreas cerebrales responsables de la densidad de receptores y aplicaciones de estimulación táctil de la discriminación, elaboración, integración de la información táctil o de la información multimodal en sujetos invidentes (incluida la visual) del córtex parietal.

Autor: Tomás Ortiz Alonso. Catedrático-Director del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica.
Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid

 

Actualidad: Los bebés miran como los adultos

Sus cerebros con capaces de diferenciar los rostros de cualquier escena, tal como hace un cerebro desarrollado

Los bebés miran como los adultos, ha descubierto un estudio. Sus cerebros diferencian claramente un rostro de cualquier otra escena, tal como hace un cerebro adulto, lo que sugiere que estas preferencias se forman en los primeros meses de vida. No se necesitan años de experiencia interpretando el mundo para que el cerebro desarrolle las respuestas que muestra en la edad adulta.

A partir de los cuatro meses, el cerebro del bebé diferencia claramente las escenas de los rostros, ha descubierto un estudio, del que informa un comunicado. Para mirar estos dos tipos de imágenes, el lactante activa diferentes zonas del córtex cerebral, tal como hacen los adultos.

La teoría de la especialización progresiva del cerebro humano es desde hace tiempo una evidencia científica, si bien no se conoce muy bien cómo se produce. Investigaciones anteriores realizadas con imágenes de resonancia magnética funcional (IMRf) han permitido descubrir, por ejemplo, que desde los tres meses el bebé trata el lenguaje en las mismas zonas cerebrales que los adultos.

La nueva investigación ha pretendido descubrir qué pasa en el cerebro de un lactante cuando ejerce la facultad de la visión. Para averiguarlo, los científicos han debido resolver la dificultad que representa analizar los cerebros de los niños muy pequeños mientras están despiertos y con una máquina de imágenes por resonancia magnética funcional.

Lo que han hecho es adaptar un escáner de IMRf para facilitar la exploración del cerebro de los bebés mientras ven películas con diferentes tipos de información visual. A partir de 26 horas de escaneo cerebral de 17 bebés, los investigadores obtuvieron cuatro horas de datos utilizables de nueve bebés.

Usando estos datos, el equipo encontró que, en algunos aspectos, la organización de los cerebros de los bebés es sorprendentemente similar a la de los adultos. Específicamente, las regiones cerebrales que responden a rostros en adultos hacen lo mismo en bebés, al igual que las regiones que responden a objetos.

La obtención de estos datos permitió al equipo del MIT conocer cómo los cerebros de los bebés responden a tipos específicos de información sensorial y comparar sus respuestas con las de los adultos.

Distintas preferencias

Durante el experimento, los investigadores mostraron a los bebés videos de niños sonrientes o escenas al aire libre, como una calle  vista desde un coche en movimiento. Distinguir las escenas sociales del entorno físico es una de las principales divisiones de alto nivel que nuestro cerebro hace al interpretar el mundo.

Las exploraciones revelaron que muchas regiones de la corteza visual de los bebés mostraban las mismas preferencias por escenas o rostros que aparecen en los cerebros adultos. Esto sugiere que estas preferencias se forman en los primeros meses de vida y refuta la hipótesis de que se necesitan años de experiencia interpretando el mundo para que el cerebro desarrolle las respuestas que muestra en la edad adulta.

Los investigadores también encontraron algunas diferencias en la forma en que los cerebros de los bebés responden a los estímulos visuales. Una es que no parecen tener regiones que se encuentran en el cerebro adulto que son «altamente selectivas», lo que significa que los bebés prefieren características como las caras humanas sobre cualquier otro tipo de información, incluyendo los cuerpos humanos o las caras de otros animales.

Los bebés también mostraron algunas diferencias en sus respuestas cuando se muestran ejemplos de cuatro categorías diferentes, no sólo caras y escenas, sino también cuerpos y objetos.

Los investigadores se proponen escanear más bebés de 3 y 8 meses para que tener una idea más precisa de cómo estas regiones de procesamiento de la visión cambian durante los primeros meses de vida. También esperan estudiar bebés aún más jóvenes para descubrir cuándo aparecen estas primeras respuestas cerebrales.

Referencia

Organization of high-level visual cortex in human infants. Nature Communications 8, Article number: 13995 (2017). doi:10.1038/ncomms13995

Actualidad: Los berrinches: El primer paso para el desarrollo de la inteligencia emocional

Los berrinches y rabietas son necesarias para el correcto desarrollo de tus hijos

Los primeros años de vida de un niño son fundamentales para el desarrollo de su personalidad. La forma en que lo eduques y gestiones sus actitudes determinará en gran medida si en el futuro se convertirá en un pequeño inseguro y rebelde o, por el contrario, será un niño seguro de sí que obedece las reglas. Durante esta difícil travesía, uno de los principales problemas a los que, antes o después, tendrás que enfrentarte, serán los berrinches.

Los berrinches infantiles: Una vía para expresar emociones

Los berrinches o rabietas infantiles suelen aparecer alrededor de los dos años, aunque alcanzan su punto culminante entre los tres y los cuatro años. Lo que sucede es que a esta edad el niño empieza a ser consciente de su autonomía y quiere comenzar a hacer cosas por sí solo para poner a prueba las habilidades que está desarrollando. Cuando no puede hacerlo porque le pones límites, se enfada.

Sin embargo, como su corteza prefrontal, que es donde se regulan las emociones, es aún muy inmadura, no sabrá gestionar su comportamiento de forma adecuada y terminará expresando su ira de forma brusca y violenta. Es a través de estos berrinches que el pequeño expresa su frustración y su enfado, mientras aprende a regular sus estados emocionales. Por eso, es importante que comprendas los berrinches como una parte normal del proceso de desarrollo.

Una oportunidad para desarrollar la inteligencia emocional temprana

Tu postura ante los berrinches de tu hijo no solo te ayudará a lidiar mejor con la situación sino que también sentará las bases para el desarrollo de su inteligencia emocional. Si ignoras sus rabietas y haces caso omiso a su “sufrimiento”, le estarás transmitiendo la idea de que no te interesan sus necesidades y que sus emociones no son importantes, por lo que a la larga podrías convertirlo en un niño rebelde, con una baja autoestima e incapaz de hacer valer sus opiniones y derechos.

Al contrario, si le prestas demasiada atención a sus berrinches, podrías reafirmar que su estrategia para llamar tu atención es eficaz, con lo cual estarías reforzando su mal comportamiento. En este caso, es muy probable que tu hijo no aprenda a gestionar adecuadamente sus emociones y se convierta en un niño que cree merecerlo todo.

¿La solución? Aprende a manejar sus berrinches de forma asertiva, convirtiéndote en su patrón de autocontrol emocional y enseñándole a comunicar lo que siente sin transgredir las normas. Obviamente, no es una tarea fácil, pero con paciencia y consistencia educativa podrás convertir sus rabietas en la mejor herramienta para desarrollar su inteligencia emocional.

3 estrategias para utilizar las rabietas infantiles a tu favor

  1. Háblale en voz baja y con suavidad. A través de la voz se revelan nuestros estados de ánimo y emociones, cuando hablamos a gritos y con un tono fuerte transmitimos la idea de estar enfadados mientras que cuando lo hacemos usando un tono bajo y suave transmitimos una sensación de tranquilidad y autocontrol. Por eso, es importante que cuando te vayas a dirigir a tu hijo en medio de un berrinche utilices un tono bajo y suave para que además de relajarlo, le enseñes a regular sus emociones cuando las cosas no van como desearía.
  2. Pregúntale qué le sucede. Una estrategia excelente para que tu hijo aprenda a identificar sus emociones, que es el primer paso para gestionarlas, consiste en preguntarle por qué ha tenido el berrinche. Anímalo a que te cuente el motivo que lo ha desencadenado, y si no te habla sobre sus emociones, pregúntale directamente cómo se sintió al respecto. De esta manera, le ayudas a concientizar sus estados emocionales y hablar de ellos.
  3. Anímalo a encontrar otra solución. Los niños suelen tener berrinches porque no pueden conseguir lo que desean. Si es el caso, pregúntale a tu hijo qué solución propone para conseguir eso que tanto quiere. Negocia con él. De esta forma, le estarás dando una lección de flexibilidad, a la vez que estarás estimulando su creatividad y fomentando sus estrategias de afrontamiento ante los conflictos. Eso sí, hay veces en las que debes mantener un “no” firme, para evitar que sus berrinches se conviertan en una estrategia para hacerte cambiar de opinión.

Autora: Jennifer Delgado, psicóloga y escritora

 

Estimular vs interactuar: distintas miradas sobre el movimiento en los bebés

En general se habla de estimular tempranamente a los bebés cuando están aprendiendo a gatear y a moverse, pero pocos conocen la otra corriente, la del acompañamiento y juego libre.

Solemos escuchar que la estimulación es la mejor manera de ayudar a los bebés en su crecimiento. Sin embargo, hay estudiosos que sugieren que es exactamente al revés. Es el caso de Emmi Pikler , una pediatra formada en Viena que ejerció en Budapest en 1930, promoviendo el desarrollo motor autónomo. Su mirada considera a los niños como seres activos con iniciativa propia, dotados con una programación genética que hace que el aprendizaje se produzca de manera perfecta.

El pensamiento consensuado se centra en resultados visibles, conla idea de que cuanto más estimulado sea un niño más expandirá su potencial. Y muchas veces ocurre lo contrario.

Consecuencias negativas de sobreestimular

* Los niños estimulados muchas veces empiezan a centrarse en lo que el adulto espera de ellos; lo que los lleva a perder su propio eje.

* La exigencia se transforma en un estado permanente de alerta, porque a partir de ese momento estarán siempre preguntándose si hacen las cosas bien o no, y si serán aprobados o no.

* Es importante recordar que en todo proceso vital está en juego el afecto; el bebé, entre otras cosas, hará lo que sea para sentirse amado y aceptado.

* Los procesos son lo más importante y, si están bien llevados a cabo, los resultados vendrán solos. Si los forzamos, a veces redunda en lo contrario.

Criar según «modas»

La cultura, las modas, recomiendan formatos y estímulos. Antiguamente, era envolver a los bebés como momias; ahora estas prácticas son menos invasivas, como poner al bebé boca abajo o sentarlo entre almohadones. Anticipan un proceso cuyo resultado se dará de todas maneras de forma espontánea.

El error de lectura es que cuando el niño lo hace, el adulto cree que fue gracias a sus intervenciones. Y verdaderamente fue a pesar de éstas. Lo peligroso es que al interrumpir el proceso del desarrollo -la motricidad autónoma- los niños que, por ejemplo, fueron sentados de manera anticipada, rara vez logran gatear.

El gateo es una fase muy importante del despliegue de la motricidad autónoma, porque son los movimientos precursores de la marcha que a su vez se integran en el cerebro para intervenir en otros procesos como en el lenguaje. Al inhibir la posibilidad de que el niño gatee, entonces también se dificultan otros procesos de adquisición de habilidades.

Otra consecuencia perjudicial de la intervención es la frustración que experimenta un niño por no poder hacer lo que hacen otros. También la sensación de necesitar ayuda porque «estando solo no me sale». Y, por último, la instalación de un patrón de exigencia constante de tener que brindar un resultado para satisfacer a mamá en lugar de respetar tiempos y necesidades propias.

Gatear, estar acostado, rolar

Las prácticas adecuadas para posibilitar un desenvolvimiento óptimo, en este caso de la motricidad (pero que tiene impactos en otras áreas), son: dejar al bebé acostado en una colchoneta en posición boca arriba, sin medias y sin guantes, porque los pies y las manos en este momento del desarrollo tienen exactamente la misma capacidad sensorial y motriz.

Si si el adulto cree que el bebé siente frío por los pies, es en realidad el mismo frío que siente por las manos. Los bebés pequeños no caminan y no están apoyados en el suelo frío, por lo tanto, si las manos no necesitan protección, tampoco lo necesitan los pies, dado que están a la misma altura del cuerpo, a la misma distancia del corazón y a la misma exposición.

De hecho, tanto en los pies como en las manos, durante el primer año de vida, hay innumerables terminaciones nerviosas que se ocupan no solamente de la sensorialidad sino del sentido de la propiocepción. La propiocepción nos permite registrar al cuerpo por dentro, el esquema corporal tiene que ver con él y no solamente a nivel de la postura sino de la capacidad de acción, de los movimientos. Por lo tanto, tener los pies cubiertos resulta perjudicial porque inhibe la capacidad fisiológica que necesitan desarrollar para llevar a cabo otras acciones como el sostén, el equilibrio, la coordinación del gateo y, más adelante, la marcha, con efectividad.

Y un dato más: está comprobado que si los pies no pueden ejercer este empuje y sostén, son las manos las que se encargarán de complementar dichas acciones. Pero las manos tienen otras tareas, como la de captar elementos, y permitir al niño conocerlos, investigarlos y desarrollar habilidades cognitivas como el pensamiento, el razonamiento, las deducciones, etc. Si las manos deben ocuparse de lo que le corresponde a los pies, entonces se impide su verdadero potencial con su consecuente impacto en el cerebro y, en este caso, la inteligencia.

Cuanto más rico es el desarrollo motriz inicial, mayor es el impacto en la motricidad fina y gruesa, cuyas funciones son totalmente distintas y apuestas. La fina se orienta a la manipulación de los elementos cotidianos -comer con cubiertos, vestirse, manipular objetos complicados, tocar un instrumento-. Mientras que a la motricidad gruesa se deben las posturas, los cambios en el espacio y los desplazamientos, que son el resultado final de millones de ensayos y errores que hicimos para lograr una optimización de los resultados.

Si los niños desarrollan estas destrezas de manera no competitiva, es fuente de gran satisfacción.

Entonces, volviendo a lo que decíamos, desde la posición horizontal, el bebé logrará ir rolando y cambiando de posición; boca arriba – boca abajo, cuando sienta que domina el peso de su cabeza en la transición, y lo hará solo. La cabeza no solo es sostenida por el cuello sino por toda la columna. Y desde esta posición boca abajo es que logrará reptar, luego gatear y finalmente sentarse.

¿Interacción o estimulación?

Lo que este enfoque propone es interactuar en lugar deestimular. No forzar posturas en el bebé o niño, sino hacer las cosas en forma conjunta. Que haya un diálogo, un contacto visual, un relato por parte del adulto de lo que hace y hará con él -medidas anticipatorias que le permiten prepararse emocional y físicamente-.

En este marco también se encuadra el juego libre, y de ahí su importancia. Porque es un espacio en el que el niño puede desplegarse en libertad, conocerse a sí mismo y vincularse con los demás y el entorno.

Autora: Melina Bronfmanespecialista en desarrollo infantil, crianza respetuosa y fisiológica, musicoterapeuta y eutonista. Ofrece espacios de juego libre para familias en su Centro Materpater.

 

El ruido, un problema para el desarrollo del lenguaje de los niños

Las consecuencias del sonido en la salud pueden alterar la digestión, afectar el sueño, producir estrés o elevar la presión sanguínea, entre otras. Pero estas no son las únicas complicaciones, debido a que una investigación descubrió que el elevado nivel sonoro tiene otro efecto negativo: perjudica el proceso de desarrollo del habla y del lenguaje.

El estudio de la Universidad de Wisconsin-Madison, EEUU, examinó la influencia de los ruidos en los niños para la comprensión y memoria de las palabras recién aprendidas. Para ello puso a prueba su capacidad de aprendizaje con diferentes intensidades de voces de fondo.

El objetivo fue conocer cuán susceptibles son los menores a la contaminación acústica durante el inicio del desarrollo de lenguaje, que se suman a otras dificultades auditivas más conocidas.

Las conclusiones del estudio
Para la investigación, publicada por la revista científica Child Development, participaron 106 niños de edades entre 22 y 30 meses que realizaron tres pruebas diferentes. Estas consistieron en mostrarles etiquetas con palabras y objetos para ellos desconocidos y así analizar su aptitud para memorizarlos en un ambiente simulado con un volumen entre 5 y 10 decibelios, que es la media de ruido que se encuentra en las escuelas y hogares.

Mónica Matti, fonoaudióloga (MN1923) de GAES Centros Auditivos, comentó sobre la investigación: «El estudio se focaliza en la adquisición del habla y de nuevos vocablos, y no en el aprendizaje en general. Por la edad de los chicos no tiene relación con la atención, sino con la audición en sí. Es importante que la señal, que sería el habla, se diferencie del ruido para poder realmente escuchar y así captar bien el sonido».

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el ser humano puede tolerar como máximo 55 decibelios sin alterar su salud. Para tener una referencia un taladro neumático en la vía pública produce 100 dB, mientras que la bocina de un auto produce 120 dB.

Los resultados determinaron que mientras mayor sea el bullicio de fondo, la capacidad de recordar disminuye. Los menores que estuvieron expuestos a un efecto sonoro de menor intensidad aprendieron con éxito las nuevas palabras.

«Es importante que la señal, que sería el habla, se diferencie del ruido para poder realmente escuchar. Un factor clave a tener en cuenta es la estimulación por parte de los padres y la familia para el niño», sugirió la especialista.

La adquisición del idioma es un proceso dinámico que está influenciado por el entorno auditivo del niño y si estos no son los ideales pueden provocar limitaciones para los chicos: «Es importante que las condiciones ambientales sean buenas para que un niño pueda adquirir mejor el lenguaje. Si hay silencio y un clima de tranquilidad, el niño podrá comprender mejor que otro que está en un ambiente caótico», agregó la especialista.

De todas maneras la exposición a ruidos altos y sus consecuencias las padecen personas de toda franja etaria: «Es un problema que no escapa a lo que le puede suceder a cualquiera, sin importar las edades. Por eso es fundamental informarse y concientizarze, saber cuánto el ruido nos afecta», finalizó Matti, aconsejando una manera de prevenir todo tipo de trastornos.